¡Cómo no recordar a aquél ilustre personaje! Aquél que en su primer día como presidente de la república en el 2002 fue recibido a cohetazos por parte de las FARC. Aquél que estuvo buscando conseguir que Colombia fuera el vertedero de Estados Unidos (y lo logró en cierta medida). Aquél que estuvo llamando a todo al que fuera en contra de él, Terrorista. Aquél que provocó una crisis diplomática con Chávez y Correa en la que la hipocresía y el manejo de influencia propias del poder, fueron la clave para mantener el drama. Sí, ese mismo, el que cambió las reglas del juego para repetir turno. Álvaro Uribe Vélez.
Desde que le tocó ceder el poder no hace más sino quejarse del mal gobierno que lleva el que fue su mano derecha, ¡que cómo se le ocurre negociar con las FARC! ¡Que todavía el aumento en la criminalidad aumenta! ¡Que qué pésimo gobierno! Pero, en cuánto a las dudosas y difusas gestiones que permitieron su reelección sabia y cínicamente, calla.
Estos años en el grupo de los Ex, le han servido, además de pensar de qué más puede quejarse, para elaborar un nuevo plan de gobierno, en el que ahora se encuentra en la fase de promoción al mercado. En estos días estuvo en Santa Marta, presentando su proyecto "Centro Democrático" (esperemos que no se refiera a un tipo de gobierno central, porque de lo contrario caería en una redundancia teniendo en cuenta la segunda palabra de su título de proyecto). Con una meta bastante clara y concisa: "La retoma del poder".
Un sucio tipo de estrategia para promocionarse y autoposicionarse por encima de Juan Manuel Santos, es precisamente lo que ha venido todos estos años: Quejarse. Quejarse del fallo de la Corte Institucional de la Haya. Él insiste en no dejarse, en desacatar la decisión de la máxima tribunal internacional. ¡Pero sí que es terco este hombre! También, en su cuenta de Twitter, recientemente publicó unas fotos en la que se muetran tres cadáveres de policías, en los que él asegura que fueron asesinados por las FARC. Ahora todo son las FARC. Básicamente, esta estrategia consiste en no escuchar lo que no se quiere escuchar, y decir lo que quiere que se diga.
A Uribe, a pesar de ser un sucio manipulador, un fascista elitista, un mano dura, un necio, un hipócrita, un lameculos, y demás apelativos dignos de su persona, hay que reconocerle que sabe jugar el juego de la política. Es como si tuviera un don innato para ello, lo que quiere, lo consigue, así tenga que sobornar, o hacer una reforma electoral. Ahora, con esto no se quiere decir entonces que le hagamos una fiesta para felicitarlo por su buena labor. Al contrario, es deplorable y profundamente indignante, que precisamente sea ése el tipo de personas que quieren dirigir el país. Y las que pueden. El país siempre ha estado en manos de la clase elitista, y curiosamente, todos los gobiernos desde Gaviria han suscitado incertidumbre en el futuro del país, cuando ellos para postularse afirmaban petulantemente que sabían lo que tenía que hacerse. Así como el pueblo Judío, nosotros también esperamos nuestro mesías, aquél que nos dé nuestra tierra prometida, en medio de un mundo de corrupción.
Fuente: http://www.elespectador.com/noticias/politica/articulo-402564-arranco-campana
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